viernes, 29 de junio de 2007

A la muchacha de los caballos



Te regalo lo más simple del mundo,
te doy mis hombros para que sueñes
porque me diste sueños y palabras simples,
porque se quedaron enredados en mis noches

A las mañanas de infinita esperanza,
le sumo el resplandor de tu cabello,
no le niego la locura que despiertas,
le agrego ingredientes de tu ensueño

Es fuerte tu pasión por el animal,
que lleva al hombre en la batalla,
que ha vencido a ejércitos de miles,
que ha construido imperios y ciudades

Así mismo es tu corazón y tu sombra,
una pasión de sangre y de flores,
de aroma de mares y vida,
de ganas, de “quiero” y de gloria

Muchos hablan de héroes y dioses,
de ángeles salvando a los necios,
ellos sin embargo se quedan cortos,
tú me salvas del olvido

Sé que te quedas en praderas de miel,
Sé que te quedas en los pasos cotidianos,
que estás siempre del lado de la luna,
sé que levantas torres de cristal

Si te pierdes no dudes en buscarme,
Si dudas no inventes el llanto,
si llegaras a llorar hazlo en mi hombro,
que es lo simple que tengo para darte

Cada nota que salga del recuerdo,
cada letra que escriba este lápiz,
no es de mis manos sencillas,
es del color de tu cielo

Si me queda el tiempo tendido,
si llegara a dormirme entre hambres,
si lo peor llegara a mi huerto,
se queda tu recuerdo intacto y sonoro

Salvándome como siempre,
sacando la voz de mis vacíos,
explotando las ganas de salir
a estar conforme con el sol

Te regalo lo más simple del mundo,
te doy mi sonrisa para que rías,
porque me diste risas y momentos simples,
porque se quedaron enredados en mis noches.

Roberto Boniche Vargas

30 de junio, 2007

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