domingo, 28 de diciembre de 2008

Diciembre

Inventaron los calendarios para ordenar el tiempo,
doce meses para fraccionar la rutina y exigir la paz,
para perdonar, caer, amar y destruir el hambre,
para terminar de una vez el año al pasar diciembre;
mi alma se quedó flotando en diciembre,
sin querer acelerar el tiempo pasó lento
y en sus treinta y un días se llenó de color,
de maravillas y de implacable resplandor;
diciembre me dejó un abrazo tierno,
prendió una vela y me hinchó de sueños,
me obsequió una sonrisa y aires perfumados,
olorosos a vida, a leña de hogar y a humildad...
Al viento frío de entrado el verano,
ni el calor memorable de noche buena lo aplaca,
se recortan los paisajes de mi tierra
y se pegan al azar en mis ojos inciertos...
¡Que dicha me dio diciembre!
Unos ojos oscuros llenos de mañanas,
profundos como la fosa de las Marianas,
envueltos en misterio y en tinta perenne;
esa tinta me dibuja los finales del año
en el que la felicidad me abraza,
me cuelga de la cumbre del mundo,
y silenciosa espera oscilar sin remedio...
Sin embargo no temo bajar,
si ha de ser a buscarte entre los meses,
en pleno calendario atar mis zapatos
y simplemente caminar por el tiempo...
Diciembre me dio pequeños detalles,
me dejó azúcar en la boca y el bolsillo,
una ventana nueva y un suelo con simientes,
talló tu nombre en mi camisa y se durmió...
Cada vez que despierte en mis manos diciembre,
recordaré el momento en que nació tu canción,
tu amistad y tu abrazo que desgarran la muerte
y en cada pedazo del año me humedecen el corazón...