lunes, 27 de abril de 2009

Imaginé el mundo sin habitantes

Imaginé el mundo sin habitantes,
la catedral de San Marcos en lo profundo del mar,
las calles de vuelta al polvo cegador,
el musgo devastando las estatuas y los muros...

Ya no quedaban ojos furtivos viendo el ocaso,
la mañana ni los animales vagando sin enemigo,
sin fronteras, escondites ni miedo,
no habían ojos caprichosos, malintencionados...

Del amor de los parques y las ciudades galardonadas
con tener que amparar besos de los mejores amantes,
quedó el viejo rincón desterrado del corazón,
destruidos el metal y la madera por el aire y la humedad...

No había industria ni guerra, ni círculos viciosos,
no estaba el ser supremo que descubrió planetas,
habló idiomas, descifró enigmas y curó enfermedades,
pero no borró el hambre ni la miseria, ni la avaricia...

Los inviernos y veranos coincidían,
estaba enojada la Tierra, retumbaban los ríos,
desesperados expulsando el veneno que dejamos,
que ocultamos tan bien de nosotros mismos...

Ahí seguramente no vivieron habitantes,
vivieron seres indomables, sórdidos y mezquinos,
que en lugar de unificar la Tierra con ilusión y aplomo,
se dieron a la tarea de hacerse llamar habitantes y no habitar nada...

Humanidad, civilización, progreso y otras cosas,
se atribuyen a la sombra que habíamos sido, a la omisión y negligencia,
de saber lo que hacíamos, de no cuestionar la conciencia,
de consumir y anhelar como el agujero negro de Casiopea...

Creo expresar mi dolor antes de tiempo,
no quiero imaginar más catástrofes,
pero me quedo con la tristeza de no estar contigo,
en este mundo sin habitantes...