domingo, 14 de septiembre de 2008

Zarcero

Después de la calle de "La Máquina"
caminé hasta el valle de la catarata,
en el costado mi tez se quemaba de recuerdos
por el eclipse de los pinos frente a la aurora policromo;
se reían mis zapatos por las cosquillas del musgo
que abrigaba los troncos que fueron reyes y ahora puentes,
se despedía el sol de Zarcero haciendo gestos en la niebla,
dejándo el misterio en mis mejillas hipotérmicas;
así fui llegando a la entrada del bar del olvido,
el lugar menos esperado al lado de los lagos,
llenos de truchas y lirios, de risas y jazmín,
donde la luz era tenue en el portal más hermoso;
en la barra bailó Ana, Maricela y la quimera,
soñaron los pobres diablos del olvido, sin futuro,
y se despidieron dándome la bienvenida,
como si nunca hubiera llegado y nunca me hubiera ido;
luego me fui disolviendo en la noche sin paradero,
de regreso a la calle de "La Máquina",
envuelto en el silencio más implacable de los bosques,
yo cándido y asombrado, y mi corazón se quedó en Zarcero...

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